poco importa la prosa.
Se premoniza en su fin,
un silencio de reposo y espera.
Y con cierto pesar compactamos los cielos y los ríos;
los días y las noches; adversarios con aliados;
los sueños con la realidad; el cosmos y el espíritu; alegrías y tristezas;
principio y desenlace, en un definitivo cierre de páginas entre el abrazo de las palmas.
Tal vez es entonces cuando el mundo admite su término.
y calla sus mil voces, para dar paso a la eufonía reverberante- el eco de la obra-
aquel estado en el que las ocurrencias conocidas en la lectura
cobran una atemorizante verosimilitud, tan aceptable como la realidad.
Consumado el sortilegio, sopesamos lo aprendido, lo vivido y lo ganado
en el más significativo de los lutos mundanos,
prisioneros ausentes de una catarsis taciturna y sigilosa,
que no es ni más ni menos, que una de las fuerzas literarias más vigorizantes y existentes.
Dedicado con amor a Gabriela B. Gil