viernes, 26 de diciembre de 2014

Providencia



Existe un Faro señero y penitente;
y adorna los turquíes mares de mi esencia,
como un astro varado, en mis tinieblas,
en mis memorias.
Cuyo Fuego es superior, imperecedero,
que precede mi existencia,
que me sugiere un propósito arcano
de un hermetismo improbable de horadar,
de un significado inasequible, absoluto.
 Su candor, inmemorial, hierático
ha velado mi camino una vez, y otra vez,
a través del lóbrego boscaje
de las repeticiones,
de las incontables reencarnaciones.
Me ha salvaguardado de la desgracia,
a veces, con irreparable claridad;
torcido las sendas, encaminados los vientos,
fijado el azar, mal asido, el estoque mortal.
Su nombre es Providencia
y rige fieramente las riendas
del inefable hado que pende sobre mí,
en cuyo firmamento se esconden
mi destino, y mi razón.