martes, 2 de diciembre de 2014

El Lago



En la montaña vivía un maestro. De gran renombre, era visitado por viajeros y estudiantes. En su frugal vivienda los recibía todos los días y allí, escuchaba las inquietudes de sus invitados. Pero cada día, a cierta hora, detendría sus pláticas. Se levantaría y echaría a caminar, a lo largo del distante sendero, para finalmente esfumarse de los ojos de sus aprendices, convertido en una sombra más, entre las ramas de un bosque que lo era todo allí. Sin aviso ni palabras, su partida desconcertaba a todos los presentes. Ante la consagración de esta rutina, un día un bravo joven se atrevió a indagar al maestro sobre esto.  El maestro confesó sin reserva ni molestia— Existe alguien que necesita de mis enseñanzas aún más que ustedes. Es mi estudiante más obstinado. Trato de visitarlo a menudo—El modesto joven, no se atrevió a inquirir más aún en la intimidad ajena. Pero su curiosidad era inmoderada. ¿Por qué el maestro le visitaría personalmente? ¿Quién, sobre otros necesitaría más de las palabras de este sabio?
 Un día cuando todos esperaban a que el maestro regresara, siguió sus huellas a través del largo y polvoriento sendero hasta convertirse en una sombra más, entre las ramas de un bosque que lo era todo allí. En un silencioso claro, descansaba un lago que en su pura agua, espejaba el mundo con precisa nitidez. El joven, estupefacto por la belleza secreta del lugar, permaneció quieto el tiempo suficiente para atestiguar el encuentro del anciano y su enigmático alumno, que se miraba a sí mismo, asomado desde la orilla sobre el agua que espejaba un celeste cielo, que espejaba una celeste agua. 

Leteo

Que noche oscura cernirá, como un manto sin estrellas, el día que tu sonrisa ya no me sonría. 
Será entonces un alba sin el sol, y el Este se sumirá en la indiferencia lóbrega de un mundo sin luz, sin vos. No habrán tiempos que medien, ni páginas que dar vuelta. Será como si hubieran sido siempre; la primavera el otoño, y el goce de tus virtudes, una  memoria translucida de un sueño secreto, sepulto e inasible.
 Que nuestras pasiones se laven en el Leteo y que las caricias nuestras que nunca fueron, no las tenga nadie.  

Versetto

Lontano, lontano
Arriva il passato
Quelli che non sono qui, oggi
Abitino la memoria e la malinconia.

Lejos , lejos
Llega el pasado
Aquellos que no están aquí, hoy
Habitan la memoria y la melancolía.

Melancolía.

Atesoro tu vocecita
Muy dentro de mi mente.
Y cada tanto giro los engranajes del recuerdo
Y la música suena
Y me recita cosas tiernas
Idílicas.
Y la realidad se esfuma sin esfuerzo.
Me duermo en tu regazo o en tu pecho
Ahí no existe lo difícil.
Tampoco hay finales.
Y con gentileza litúrgica
Con inocencia infantil
Nos amamos.
Con nuestras manos enlazadas
Como una gran roca
Invencible, impenetrable.
Hasta que volvemos a ser dos
Y el fragor del mundo

Ensordece tu hermoso canto. 

Jazmín

Su cabello era un fluente de brazas, sinuoso y trémulo como la llama. Ahogarse en él era la única opción. Inspirar efusivamente el ardor subcutáneo que enrojecía su cuerpo era un espasmo involuntario. Perderse en su bosque de manzanos debía de ser el intento de los valientes. Y los codiciosos y a los dementes, o a los que pretenden las cosas hermosas, susurraba con inocencia y timidez perversa, la gema carmesí que dentro de ella pulsaba viva como un sol. Su mirada era un medio día mundano, y su sonrisa tal vez no tenía importancia. Pero al final, era su fulgor, su calor, su color, lo que lo convencía a uno a querer quemarse.

El viaje

Divagué en tus desiertos meditando sobre tu cuerpo. Esa húmeda arena terracota que te sostiene. Me aventuré en descubrir los ríos secos y olvidados que te surcan la forma y te dan relieve en toda tu extensión. Busqué solo saber de los detalles de tu esencia grabados en tus firmes y pétreas caderas, que han de ser leídos únicamente en un sosiego braille de íntimo contacto. Y bajo tu tibieza ecuatorial y la afrodisíaca proximidad de tu frescura selvática ¿Cuántos albores viviré para ver surgir detrás de las líneas sin número que te encierran? ¿O cuántos hálitos de emociones, que tu tersa carne responda, en risas espasmódicas de placer hacia mí? Vagaría mi vida subiendo las escarpas pendientes de tu rostro con la boca, amando su suelo vivo y fértil, bendiciéndolo y sellándolo con mi silencio, diciéndole sin decirle. Depredarte es el único instinto. Perseguirte sin descanso en los largos altibajos de tu columna, que se alza y deprime como el día y la noche mecanizados a través de tu respirar. Circundarte el pecho desde la lejanía de un rose, y que con el infinitesimal e impreciso encuentro de mis yemas y vos, temblemos. Te conquistaré porque mi codicia te proclama, porque el deseo corrompe, porque el viaje me hizo débil y ahora te necesito.