I
Arrancado
de mis certidumbres,
inerme de capacidades,
abandonado de valor y hombría
fui presa de la Bestia Superior.
Sus ojos brillaron con luz negra
en una noche de níveos fríos.
El fragor de su bramante estampida
ensordeció mi cordura;
contrastante, precedido, por una asechanza
congénita, secreta, silenciosa.
Su transido hálito recorrió mi cuerpo,
y desperté en el aciago ensueño
de ser devorado por el inobjetable desespero
de fauces mortuorias.
inerme de capacidades,
abandonado de valor y hombría
fui presa de la Bestia Superior.
Sus ojos brillaron con luz negra
en una noche de níveos fríos.
El fragor de su bramante estampida
ensordeció mi cordura;
contrastante, precedido, por una asechanza
congénita, secreta, silenciosa.
Su transido hálito recorrió mi cuerpo,
y desperté en el aciago ensueño
de ser devorado por el inobjetable desespero
de fauces mortuorias.
II
Indeleble
es la memoria de aquel azur abisal
cuya oscuridad era mi prisión,
que sin muros instauraba un encierro
a mi propia alma, en mi propia mente.
Indisoluble aquella asfixia en este aliento,
aquel tormento, en esta laxitud,
el recuerdo, en mi disimulo.
Un perpetuo tizno, en mi perpetuo brío.
Que los días y las noches han malogrado
en convencerme que he dejado atrás,
que las lágrimas no han complacido su honda angustia,
que intenté ocultar,
vanamente,
en las arenas que el tiempo ha fallado al sobrescribir.
cuya oscuridad era mi prisión,
que sin muros instauraba un encierro
a mi propia alma, en mi propia mente.
Indisoluble aquella asfixia en este aliento,
aquel tormento, en esta laxitud,
el recuerdo, en mi disimulo.
Un perpetuo tizno, en mi perpetuo brío.
Que los días y las noches han malogrado
en convencerme que he dejado atrás,
que las lágrimas no han complacido su honda angustia,
que intenté ocultar,
vanamente,
en las arenas que el tiempo ha fallado al sobrescribir.
III
Luego,
me ha visitado en mi vigía,
ya no como la Bestia Etérea que cunde sobre todos,
Como un espectro de lo desconocido, extraviado de su dominio,
como un huésped hambriento de nuestro mundo.
Como la Dama de Ojos Negros,
que no tenía rostro.
Y a los pies de mi lecho,
no pronunció palabras otras salvo,
soy La Muerte.
Como un espectro de lo desconocido, extraviado de su dominio,
como un huésped hambriento de nuestro mundo.
Como la Dama de Ojos Negros,
que no tenía rostro.
Y a los pies de mi lecho,
no pronunció palabras otras salvo,
soy La Muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario